Sobre “globalización” e “imperialismo”
No, no se trata de un problema semántico, es decir, de significado de las palabras; la distinción entre “globalización” e “imperialismo” tiene que ver con un problema mayor: el de la caracterización del capitalismo en su fase actual. La utilización de las palabras con una determinada intencionalidad política, la manipulación y perversión de los términos, sobre todo a través de los medios de comunicación de masas, ha sido una práctica habitual en la lucha política e ideológica emprendida por el capitalismo desde casi sus inicios históricos. Términos como “paz”, “democracia”, “justicia”, o “libertad” han venido sufriendo desde hace mucho tiempo una sistemática utilización adecuada a unos intereses de clase determinados. No deja de ser muy significativo, por ejemplo, el hecho de que durante la “Guerra Fría” una de las “tapaderas intelectuales” de la CIA se denominase “Congreso por la Libertad de la Cultura”. No se puede sacrificar en absoluto la lucha ideológica y política en aras de la lucha por la destrucción de la base económica capitalista, y en esa confrontación ideológica, la utilización clasista de las palabras, con toda su carga afectiva, emocional, sentimental, etc, cobra una importancia que necesariamente ha de tenerse en cuenta. La palabra “imperialismo” tiene una significación clara, y se remite a las tesis de Lenin sobre una determinada fase del desarrollo del capitalismo, expuestas en su obra “El imperialismo, etapa superior del capitalismo”. Mientras, el término “globalización” es más confuso, y suscita múltiples conjeturas e interpretaciones, de ahí, por ejemplo la enorme diversidad del denominado “movimiento antiglobalización”, o que la visión sobre la “globalización” difiera si nos la define un miembro de ATTAC, Toni Negri, Samir Amin, Chomsky, Lula, por un lado, y Bill Clinton, Colin Powell, o Koffi Annan, por otro. Pero, a pesar de todo, en determinadas ocasiones, los propios capitalistas no tienen pudor alguno en reconocer que en su “guerra de propaganda”, la manipulación de las palabras, e incluso la invención de términos para fenómenos que ya poseen una denominación, es parte esencial y una práctica habitual. De esta forma, el economista norteamericano John K. Galbraith, ex asesor de los presidentes Roosevelt y Kennedy, caracteriza al término “globalización” de la siguiente manera: “(la globalización) es un término que nosotros mismos, los americanos, inventamos para disimular nuestra política de avance económico en otros países y para tornar respetables los movimientos especulativos del capital”. No queda aquí la cosa, el ex Secretario de Estado norteamericano, Henry Kissinger, lo tiene más claro: “lo que se llama globalización es en verdad otro nombre empleado para definir la posición dominante de los Estados Unidos”. Es curioso como las palabras de Galbraith en su caracterización del término “globalización” se acercan a las tesis leninistas sobre el “imperialismo”, además de admitir, y esto es muy importante, que el término “globalización” es un invento de la oligarquía financiera norteamericana para “disimular” los movimientos políticos y económicos del capitalismo norteamericano. Por otro lado, Kissinger es más simple, y se limita a llamar “globalización” al papel hegemónico de los Estados Unidos. Hoy, podemos afirmar que la palabra “globalización” ha tenido éxito, su utilización es masiva, y este éxito no es solamente explicable por la influencia de los medios de comunicación de masas, sino también por el uso indiscriminado, sin ningún criterio, que la izquierda en general hace de él, contribuyendo así a que las potencias imperialistas y las empresas multinacionales ligadas a ellas, sobre todo Estados Unidos y las multinacionales norteamericanas, “disimulen” sus movimientos y maniobras en busca de la hegemonía absoluta mundial, o que otras potencias “inferiores” como la Unión Europea, Rusia, Japón o el caso especial de China disimulen sus movimientos para hacer frente y disputar, en la medida de sus posibilidades, la hegemonía al capitalismo norteamericano en el mundo, o al menos algunas parcelas. Los teóricos tanto de la “globalización” como de la “antiglobalización” coinciden en argumentar que las tesis leninista del “imperialismo” han caducado. Sin embargo, en estos momentos, nos encontramos con que los EEUU pretenden comenzar una guerra de agresión contra Irak, porque el control de los inmensos recursos petrolíferos de este país le proporcionaría a los EEUU y sus multinacionales un papel aún más hegemónico en el mundo frente a sus competidores: la Unión Europea, Rusia, China, y en menor medida Japón. Es fácil comprobar cómo surgen contradicciones entre los diferentes estados, y entre las multinacionales ligadas a esos estados, incluso, en el mismo seno de la Unión Europea surgen las contradicciones, y a veces de forma muy aguda; las contradicciones interimperialistas, a pesar de que no sean de carácter antagónico, por el momento, ya fueron señalas por Lenin en su caracterización del “imperialismo”. Se avecina una guerra que será una batalla más de esa silenciosa “Tercera Guerra Mundial” iniciada por la primera Guerra del Golfo y la caída de la Unión Soviética; se trata de un nuevo reparto y reorganización del mundo (la idea del “reparto del mundo” está contenida en las tesis leninistas), en el que los EEUU buscan a toda costa la hegemonía absoluta, entre otros métodos, a través del control en exclusiva de los recursos energéticos del planeta, especialmente el petróleo. Esta “Tercera Guerra Mundial” se ha venido desarrollando en diferentes escenarios: el Golfo Pérsico, la antigua Yugoslavia, el Congo-Zaire, el 11 de septiembre del 2001 en los EEUU, Palestina, o Afganistán; además de sabotajes, “operaciones especiales”, y “guerras de baja intensidad” en Colombia, Perú, Nepal, Filipinas, los actuales sucesos en Venezuela, la escalada violenta entre India y Pakistán, o el control nuclear a Corea del Norte, además de las tensiones, protagonizadas principalmente por organizaciones de liberación nacional, en la misma Europa comunitaria. Es cierto que no nos encontramos a principios del siglo XX cuando se publicó “El imperialismo, etapa superior del capitalismo”, eso es evidente y claro; nos encontramos en un nuevo reparto y reorganización del mundo, y eso es lo que hace a esta situación tan diferente y especial respecto a otras: las anteriores guerras mundiales, la “Guerra Fría”, etc., pero dentro de la fase imperialista. No lo olvidemos, el capitalismo siempre ha llevado a cabo, desde su existencia, una intensa lucha ideológica y política contra sus adversarios; es una “guerra de propaganda” en la que la manipulación de las palabras cumple un fin comunicativo determinado, por ejemplo, con el término “globalización” se pretende atenuar, disimular, o eliminar la existencia de la dominación de los estados imperialistas. Por último, reflexionemos sobre el siguiente diálogo, bastante ilustrativo y esclarecedor al respecto, que mantienen los personajes Humpty-Dumpty y Alicia, de la obra “A través del espejo y lo que Alicia encontró al otro lado” del británico Lewis Carrol; no tiene desperdicio: “Cuando yo uso una palabra –insistió Humpty-Dumpty con un tono de voz desdeñoso- quiere decir lo que yo quiero que diga..., ni más ni menos. La cuestión –insistió Alicia- es si se puede hacer que las palabras signifiquen tantas cosas diferentes. La cuestión –zanjó Humpty-Dumpty- es saber quién es el que manda, eso es todo”. //este es un texto extraido de "lahaine.org" hecho por Antonio J. Torres, no me gusta hacer propaganda, pero este texto merese ser mostrado// Lhord Marquez
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