Salvador allende, Pablo Neruda, Victor Jara
Victor Jara El día 11 de septiembre de 1973, durante el golpe militar, Víctor Jara fue detenido junto a un grupo de profesores y alumnos que se encontraban en la Universidad Técnica del Estado. Luego de su aprehensión, fue trasladado al Estadio Chile. En 1990 la Comisión Verdad y Reconciliación determinó que Víctor Jara fue acribillado el 16 de septiembre de 1973 en el Estadio Chile. Sus restos descansan en el Cementerio General. --------------------------------------------------------------------------- Salvador Allende Gabriel García Márquez - La verdadera muerte de un presidente A la hora de la batalla final, con el país a merced de las fuerzas desencadenadas de la subversión, Salvador Allende continuó aferrado a la legalidad. La contradicción más dramática de su vida fue ser al mismo tiempo, enemigo congénito de la violencia y revolucionario apasionado, y él creía haberla resuelto con la hipótesis de que las condiciones de Chile permitían una evolución pacífica hacia el socialismo dentro de la legalidad burguesa. La experiencia le enseñó demasiado tarde que no se puede cambiar un sistema desde el gobierno, sino desde el poder. Esa comprobación tardía debió ser la fuerza que lo impulsó a resistir hasta la muerte en los escombros en llamas de una casa que ni siquiera era la suya, una mansión sombría que un arquitecto italiano construyó para fábrica de dinero y terminó convertida en el refugio de un Presidente sin poder. Resistió durante seis horas con una metralleta que le había regalado Fidel Castro y que fue la primera arma de fuego que Salvador Allende disparó jamás. El periodista Augusto Olivares que resistió a su lado hasta el final, fue herido varias veces y murió desangrándose en la asistencia pública. Hacia las cuatro de la tarde el general de división Javier Palacios, logró llegar hasta el segundo piso, con su ayudante el capitán Gallardo y un grupo de oficiales. Allí entre las falsas poltronas Luis XV y los floreros de Dragones Chinos y los cuadros de Rugendas del salón rojo, Salvador Allende los estaba esperando. Llevaba en la cabeza un casco de minero y estaba en mangas de camisa, sin corbata y con la ropa sucia de sangre. Tenía la metralleta en la mano. Allende conocía al general Palacios. Pocos días antes le había dicho a Augusto Olivares que aquel era un hombre peligroso, que mantenía contactos estrechos con la Embajada de los EE.UU. Tan pronto como lo vió aparecer en la escalera, Allende le gritó: Traidor y lo hirió en la mano. Allende murió en un intercambio de disparos con esa patrulla. Luego todos los oficiales en un rito de casta, dispararon sobre el cuerpo. Por último un oficial le destrozó la cara con la culata del fusil. La foto existe: la hizo el fotógrafo Juan Enrique Lira, del periódico El Mercurio, el único a quien se permitió retratar el cadáver. Estaba tan desfigurado, que la Sra. Hortencia Allende, su esposa, le mostraron el cuerpo en el ataúd, pero no permitieron que le descubriera la cara. Había cumplido 64 en el julio anterior y era un Leo perfecto: tenaz, decidido e imprevisible. Lo que piensa Allende sólo lo sabe Allende, me había dicho uno de sus ministros. Amaba la vida, amaba las flores y los perros, y era de una galantería un poco a la antigua, con esquela perfumadas y encuentros furtivos. Su virtud mayor fue la consecuencia, pero el destino le deparó la rara y trágica grandeza de morir defendiendo a bala el mamarracho anacrónico del derecho burgués, defendiendo una Corte Suprema de Justicia que lo había repudiado y había de legitimar a sus asesinos, defendiendo un Congreso miserable que lo había declarado ilegítimo pero que había de sucumbir complacido ante la voluntad de los usurpadores, defendiendo la voluntad de los partidos de la oposición que habían vendido su alma al fascismo, defendiendo toda la parafernalia apolillada de un sistema de mierda que el se había propuesto aniquilar sin disparar un tiro. El drama ocurrió en Chile, para mal de los chilenos, pero ha de pasar a la historia como algo que nos sucedió sin remedio a todos los hombres de este tiempo, que se quedó en nuestras vidas para siempre. Gabriel Garcia Marquez : "El golpe y los gringos" - Taller UNED Tomado de Chile Vive ----------------------------------------------------------------------------- Neftale Ricardo Reyes Basoalto, nace el 12 de julio de 1904 en Parral, Chile. En 1920 adopta definitivamente el seudónimo de Pablo Neruda. De que muere Neruda: Pablo Neruda estaba enfermo grave de un cáncer de próstata pero estable dentro de su enfermedad. 11 de septiembre: golpe de estado. El estado general del poeta sufre un agravamiento inesperado en la evolución de su enfermedad, achacable a la ansiedad de los acontecimientos políticos. El poeta empieza con fiebre alta. Su medico por teléfono aconseja unas inyecciones y que no se entere de las noticias. Van a buscar una enfermera para que le cuide, pero primero tienen que conseguir un salvoconducto en la comisaría de El Quisco, que obtienen sin problemas. Una enfermera de El Tabo, Rosita, acude a Isla Negra para atender a Pablo. El 14 de septiembre: Neruda parece restablecerse, llama a su mujer y le dicta el último capitulo de sus memorias. En ese momento llegan camiones militares para registrar la casa. Matilde esconde los papeles recién dictados por su esposa que consiguen ser salvados del registro. El 18 de septiembre: Neruda vuelve a un estado febril. El médico de Pablo es localizado en Santiago y se encarga de mandar una ambulancia para el traslado a una clínica. 19 de septiembre: ingresa en la clínica Santa María. El embajador de México viene con un ofrecimiento del Presidente Echeverría para el exilio del poeta, poniendo un avión a su disposición. El poeta se niega a marchar de su país. 20 de septiembre: Matilde marcha a Isla Negra por unos libros que le ha pedido su marido. Cuando esta allí es avisada de un empeoramiento de su marido. El 22 de septiembre: el cónsul de México y el de Suecia le cuentan los horrores de la represión política y Neruda entra en un estado febril de exaltación ante el conocimiento de todos los amigos suyos que habían muerto. Esa noche la enfermera le suministra un calmante ante su estado de agitación. Pasa toda la noche durmiendo plácidamente. El 23 de septiembre: por la mañana sigue durmiendo, su mujer se alarma cuando transcurre toda la mañana y sigue sin despertar. A las 22.30 exhala él ultimo suspiro. Parece ser que sus ultimas palabras, dichas en un susurro fueron "¡los fusilan!” ¡Los fusilan a todos! "¡Los están fusilando!" (Extremo no comprobado). Muere de un infarto al corazón debido a su enfermedad. Información sacada de las memorias de Matilde Urrutia ("Mi vida junto a Pablo Neruda").
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